martes, 28 de octubre de 2008

... por mis futuros alumnos



Cuando echo un vistazo hacia atrás, y veo mi recorrido como alumna a lo largo de doce años, y ahora en la universidad, veo que he tenido la suerte, o la desgracia, de toparme con cantidad de profesores. Está claro que cada uno es de una manera: unos le dan más importancia a que el alumno sepa hacer un resumen, otros le dan máxima importancia a la ortografía, otros se preocupan por que se hagan todos y cada uno de los problemas, cuestiones, y trabajos planteados por el libro de texto, otros pretenden que aprendas bien cómo se hace un trabajo de investigación, etc. Pero, ¿cuántos profesores nos han enseñado el valor del respeto, de la honestidad, la verdadera amistad, el amor…?

Recuerdo una mañana en el colegio, en la que aprendí la importancia de la honestidad. Algo que nunca olvidaré. Aquella mañana tenía a primera hora historia, y llegué bastante impaciente, ya que nos iban a repartir las notas de los exámenes de la semana pasada. Al entrar el profesor por la puerta, en seguida se hizo el silencio, un silencio expectante. Comenzó directamente, sin más dilaciones, diciendo: Víctor, un 10, Rosa, un 10, Sara, un 10… así sucesivamente, hasta llegar a mí, que, como siempre he sido la última de la lista, con otro sonado 10. Todos nos mirábamos extrañados, sorprendidos, no sabíamos que ocurría. Entonces tras breves murmullos, el profesor comentó: “Bien, todos tenéis máxima calificación, porque como me he dado cuenta, lo que os importa es la calificación, por eso no os importa sacar asiduamente los apuntes de debajo de la mesa, incluso algunos os atrevéis a hacer el “tan sonado” cambiazo. Así que a mi no me importa poneros a todos lo que buscáis. Pero para mi, esta nota no significa nada, porque no demuestra que hayáis aprendido”. El profesor no tomó represalias contra nosotros, y aquella hora estuvimos hablando de la importancia de ser consecuentes con nuestros actos (no haber estudiado, algunos), lo importante que es no engañarnos a nosotros mismos, ni a los demás, y en la siguiente clase estuvimos comentando las preguntas del examen. No se si a mis compañeros les sirvió tanto como a mi este gesto, pero creo que mereció la pena.

¿Vosotros cómo habríais actuado? ¿Merece la pena “gastar” dos días de clase dando un discurso sobre valores, aunque solo le sirva a un único alumno? ¿Seremos capaces de romper la rutinaria clase para contar un cuento o hacer un juego porque un alumno nuestro esté triste al habérsele muerto un ser querido?

Creo que a veces reducimos el término de enseñar a la transmisión de conocimientos, sin embargo veo fundamental que ampliemos el término a educar, transmitiendo valores, hablando de la vida, opinando, y dejando que nuestros alumnos se expresen.

¿Creéis que merece la pena? ¿Es fácil transmitir unos valores positivos cuando nuestros alumnos están rodeados de continuos contravalores en la sociedad? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer?

Os animo a la reflexión, y a que expreséis lo que pensáis...


foto: http://www.flickr.com/photos/yewenyi/300115429/


lunes, 20 de octubre de 2008

¡Exprésate!



En primer lugar, hay que dar la bienvenida como acto de cortesía... y porque sin duda tú, que te has acercado a este rincón, lo mereces. 

Parece una buena forma de empezar este blog, donde podremos expresar lo que pensamos, lo que estudiamos y lo que pretendemos hacer en el futuro como maestros de primaria.

Sin más, damos comienzo a esta aventura.

Siéntete como en casa, y no olvides que la verdad es la mejor expresión de la realidad.